'Vive la magia' llegará a 30 municipios abulenses
El festival se celebrará durante los meses de noviembre y diciembre a localidades de menos de 500 habitantes
"No ha sido fácil tomar la decisión pero en algún momento tenía que entregar el testigo. Me da mucha pena. Mi padre, Enrique, me dio paso y 36 años después es el momento de bajarme del caballo". Con el semblante serio, Enrique Gómez confirma con estas frases que han sido las últimas Fiestas de San Pedro Bautista de San Esteban del Valle en las que ha echado El Vítor.
Declarado de Interés Turístico Regional, El Vítor se celebra en las fiestas del mes de febrero, los días 5 y 11, y el 7 y 8 de julio, respectivamente-, en recuerdo del martirio de San Pedro Bautista, nacido en la localidad abulense de San Esteban del Valle. Fue alanceado el 5 de febrero de 1597, en Nagasaki (Japón), junto a otros cinco frailes más de la Orden Franciscana y 20 cristianos -entre ellos, dos niños de 12 y 13 años-, bajo el mandato del emperador Taikosama.
El párroco de la localidad, Álvaro Campón, le hizo entrega de una placa conmemorativa, regalo de la Cofradía del Santo, a la vez que agradeció en forma de copla todo su coraje, desvelos, gustos y honores "por cantarle al Santo Mártir, que no has fallado ni un año. Que con sudores y esfuerzos, desvelos y algún percance, has mantenido este Vítor, esta devoción humilde, que escucha todo el que quiere ganar por su devoción la Gloria del mismo Cristo, la patria del mismo Dios".
Enrique ha sido, durante los últimos 36 años, el recitador, quien ha dado vida y enorme belleza a esta celebración que, cada año reúne a cientos de visitantes, procedentes no solo de los cuatro pueblos próximos (Mombeltrán, Villarejo del Valle, Santa Cruz del Valle y Cuevas del Valle) que rodean este maravilloso valle barranqueño, sino de muchos otros enclaves de la zona. Jinetes del pueblo con sus caballos y de otros venidos de diferentes localidades dan un gran colorido a una celebración muy reconocida culturalmente.
Por ese motivo, con cierta tristeza, mucha añoranza, enorme gratitud y reconocimiento, a los vecinos de San Esteban del Valle les costará no ver en futuras fiestas a Enrique deleitándonos con las décimas en honor de la vida de Pedro Bautista.
Ha preferido no hacerlo público hasta que pasasen estas fiestas en las que su cuñada, Purificación González, y su sobrina, Lidia Gómez, han sido las mayordomas. La familia había guardado en secreto el anuncio para evitar que se emocionase en las dos últimas noches que iba a recorrer por el pueblo con el estandarte de San Pedro Bautista. Enrique quería también mantener la serenidad que siempre transmite al recitar las décimas y que su pueblo no le presionase a seguir.
"Sé que les va a extrañar pero muchos lo entenderán. Lo que quiero y deseo es que pronto haya algún joven que se decida y tome el testigo que con gran alegría le entregaré", me confiesa Enrique en amistosa charla, días antes de que dieran comienzo las fiestas. Me comentaba que ya estaba ensayando las décimas que recitará los días 7 y 8 de julio. Como siempre, le preocupa que pueda fallarle la voz. Tener afonía o no poder dar la entonación que el acto requiere le asusta y, por ese motivo, debe cuidarse al máximo.
Personalmente, he seguido las dos noches mágicas de El Vítor junto a Enrique, observando todos los gestos que hacía y sus continuos vivas a Pedro Bautista. Su voz ronca, si cabe -más potente que nunca-, ha retumbado entre la gran muchedumbre que este año no ha querido perderse las primeras fiestas tras la pandemia.
Como en cada celebración, el momento más especial se produjo cuando su cuñada Puri le hizo entrega de la imagen de El Vítor con el que iba a recorrer todo el pueblo. Delante de la Capilla de Pedro Bautista, estaba Enrique subido a un precioso caballo blanco. Engalanado con su pañuelo rojo a la cabeza, recibió el cuadro del Santo, adornado con dos cintas rojas en recuerdo del martirio.
"Cuando la mayordoma o el mayordomo me entrega la imagen es algo difícil de explicar. Veo a todo el mundo vibrante. En ese momento, estás delante de la Capilla, erigida en la casa donde nació Pedro Bautista y noto que se me hace un nudo en la garganta. Son sensaciones muy emotivas", comenta Enrique.
Y es que, efectivamente, son sentimientos muy intensos. Un grupo de jóvenes portan las antorchas con las que acompañarán al Vítor por las calles de la localidad. Numerosos jinetes subidos en sus corceles esperan el comienzo de la celebración. No podían faltar las tres luminarias con teas encendidas y resina traídas de los pinos del pueblo.
Las numerosas personas y niños que llenan la plaza, ataviados la mayoría con pañuelos a la cabeza, guardan silencio. El estruendo de los cohetes ha parado. De pronto, sale la voz atronadora de Enrique diciendo:
¡¡¡Aquí nació el Bautista,
Y en su conmemoración,
Hacemos esta función
Vitoreando su conquista.
Aquí está ante nuestra vista,
Su efigie, y en la memoria,
El recuerdo de su historia
Que debemos imitar
Y con entusiasmo dar,
Un Vítor a su honra y gloria!!!
¡¡¡Vítooooooorrr!!!
¡Viva quien echa el Vítor!, se oye decir a una persona entre la multitud. ¡Vivaaa!, responde el gentío.
La comitiva comienza el recorrido con los cánticos en honor a Pedro Bautista. El grupo Filigranas acompaña a la multitud que asiste. Una mezcla de algarabía y religiosidad dan un sentido especial. "El Vítor transforma al pueblo. Los sentimientos de los vecinos se vislumbran en sus rostros porque todos somos forofos de Pedro Bautista", afirma Pepi, hermana de Enrique. Junto con Pedro, conforman la saga de la familia Gómez Dégano que, durante más de medio siglo, han sido quienes han convertido la celebración de El Vítor en un acto sublime.
Hay muchos aspectos destacables del recorrido que hace El Vítor por las calles de San Esteban del Valle, pero son dignas de mención las frases que se han hecho populares y que se repiten durante el recorrido. ¡No te aceleres, que no está nevando!, ¡Si es forastero no vale, si es del pueblo bueno es! ¡Qué le clave el que sea! ¿Es que no hay pólvora?
"No pueden faltar estos comentarios, que los hemos hecho nuestros porque los heredamos de nuestros mayores y queremos que perduren por siempre en los tiempos", me señala emocionada Pepi. "La juventud lleva la sangre de las fiestas de San Pedro Bautista en sus venas y estoy segura de las tradiciones no se van a romper jamás".
"Si se perdieran estas costumbres y frases que siempre oímos e incluso decimos como: ¡Que eche una Bolsicones! ¡Para, para, que me apeo! ¡Que eche una José Robles! ¡Esto va bueno! ¡Asín sea!, habríamos dejado al lado algo heredado de nuestros antepasados, que forman parte no solo de la grandeza de la celebración de El Vítor, sino también de la cultura y la historia de este precioso pueblo. Es parte de la esencia", añade.
Entre las confesiones que Enrique me hace de estos 38 años, señala que uno de sus mayores miedos ha sido poder quedarse en algún momento con la mente en blanco. Por eso, la concentración que pone siempre es máxima. En total, pueden superar la veintena las décimas y algún soneto que Enrique recita durante el recorrido.
¡¡¡Ved a Pedro que jugaba
con otros de sus iguales
y en solemnes festivales
sus aficiones mostraba.
Procesiones simulaba
y era toda su afición
pública demostración
de que llegando algún día
el héroe invicto sería
del Calvario del Japón!!!
Todas ellas las declama de memoria y se sirve únicamente del comienzo de cada una de ellas para seguir sin titubear. Si en alguna ocasión se ha despistado, su recurso es enlazar con otra décima, de forma que los asistentes no se dan cuenta. Son los pequeños secretos y habilidades de las que se sirve un actor de primera como verdaderamente es Enrique.
Me confiesa que, en 2005, quiso abandonar y bajarse del caballo. Su padre Enrique Adelfo se enfadó entonces tanto, que no le quedó otra que seguir. Por eso, su mayor recuerdo en estas dos noches mágicas de celebración ha sido para su familia que tanto le ha ayudado y actuado de maestros.
En su mente, tiene siempre presente el recuerdo de la procesión que se celebró en febrero de 1991, con motivo de la llegada de la reliquia de la Santa Cabeza a San Esteban del Valle. "Portar la Santa Cabeza desde la Garganta fue algo sublime para mí. Estaba el Obispo, y ver a todo el pueblo cantando, hizo que se me pusiera la piel de gallina", dice.
Como también pone la piel de gallina el precioso soneto que en el recorrido recita Enrique:
¡¡¡Jamás mi corazón enardecido
Latió con más fervor que en este instante.
Empuñado la enseña que triunfante,
Nuestros padres también han sostenido.
Si por ellos, tu nombre esclarecido,
Ha llegado a nosotros tan flamante.
Quiera Dios también que, en adelante,
No le den nuestros hijos al olvido.
Glorioso campeón. Tú que a esta villa,
Tanto esplendor diste en la historia.
Tu nombre bendecido en ella brilla
Con nosotros, están en la memoria.
Y doblando ante ti nuestra rodilla,
Bendícenos santo mío desde la Gloria!!!
¡¡¡Viiitorrrr!!!
En las fiestas del mes de febrero, ha habido noches en las que la lluvia y el frío han diezmado la asistencia de personas. Pero como recuerda, por mucho que haya llovido y haya hecho un frío helador, nunca se ha dejado de celebrar el Vítor: "Ha habido veces que he acabado totalmente empapado de agua y con las manos heladas. En esos casos, la lluvia apenas me dejaba ver el comienzo de las décimas porque la imagen del Santo había sido cubierta con un plástico".
Para Enrique, el segundo momento más emotivo es el que se produce cuando la comitiva y los caballistas acompañan al Vítor a la Iglesia y se rezan dos Padrenuestros y la Oración del Santo Sudario, en recuerdo a los muertos de la localidad, justo al lado del Cementerio. La oscuridad de la noche y el silencio sepulcral, junto con las antorchas, es algo espectacular. En ese momento, y cuando Enrique dice: ¡Que los santos difuntos descansen en paz!, se pronuncia la famosa frase de ¡Asín sea!
Como en cada celebración, no puede faltar la famosa carrera que cada año cobra más espectacularidad gracias a los caballistas que participan con sus corceles. Los jinetes retienen como pueden a sus purasangres hasta que Enrique termina de declamar la décima para dar rienda suelta a los mismos por la empinada calle de cemento que lleva hasta la Iglesia. En sus galopadas, los caballos golpean las herraduras contra el cemento provocando que, al golpeo, hagan saltar numerosas chispas. A ambos lados de la calle, toda la comitiva presencia la carrera.
El tercer gran momento de la noche es la subasta de El Vítor. ¿Hay algún devoto que ofrezca algo por clavar El Vítor?, lanza con voz atronadora Enrique desde el balcón de las dos mayordomas. Silencio?
¡Cien euros dan, quién da más! ¡Doscientos! ¡Trescientos! De este modo transcurre la puja hasta que las personas que se disputan la subasta dejan de seguir aumentando la cifra y Enrique pronuncia la frase definitiva. ¡Que lo clave el que sea! De las dos noches, el primer Vítor valió 500 euros, y fue clavado por la mayordoma Lidia.
En la segunda de las celebraciones, la puja estuvo mucho más disputada. Comenzó como siempre, con los famosos cien euros. Pero la subasta superó rápidamente los 600, 800, 1.000, 1.300, hasta que se cerró en 1.500 euros. Hijos de la familia de Enrique y un amigo, también de nombre Enrique, no cesaron de subir hasta batir el récord de dicha cifra y se pronunció la famosa frase: ¡Que le clave el que sea!
Emocionado, con los ojos vidriosos, y la voz entrecortada, el joven que tuvo el honor de clavar El Vítor, dijo que "es un homenaje a la gloria de su padre", fallecido hace meses, natural de la localidad abulense de Navarredonda de Gredos, y gran entusiasta del pueblo de San Esteban del Valle. Unas profundas palabras a las que los vecinos respondieron con un caluroso y apretado aplauso.
Posteriormente, en el homenaje que el párroco le rindió en la despedida de nuestro recitador, de apodo Morejo, todo el pueblo requirió unas últimas palabras de Enrique. Con la voz casi rota, dijo: "estoy muy nervioso y no quiero llorar. Siempre que echo El Vítor lo hago con el corazón".
Y como fue una noche espectacular y de emociones múltiples, no quiero que falte un recuerdo final muy especial para Toño, nuestro paisano que tantos años iluminó a Enrique con su farol en el recorrido de El Vítor. Se marchó en silencio y sin avisar pero, a cambio, nos dejó esa sonrisa, algo tímida, siempre llena de enorme ternura. Junto con Yoli, su viuda, este año habrían cogido el testigo de la mayordomía. ¡Eras una gran persona! ¡Te queremos, Toño!
Dar también la bienvenida a los nuevos mayordomos, Francisco Pérez García y Laura Pérez García, que nos acompañarán en las próximas fiestas de 2023, en los meses de febrero y julio, siempre que la pandemia lo permita.
Y a Enrique Gómez Dégano, gracias múltiples por esas noches mágicas que, a lo largo de estos 36 años, nos has brindado y nos has hecho vivir, llenos de emoción. Disfruta ahora de tu gran afición: el vino. Cuida esa bodega que, con tanto tesón y esmero, has sacado adelante.