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La esfera y el laberinto se unifican a la corona de granadas de Juana I.
¡Corona solar, corona de luz de Ariadna!
Los dos caminos de los objetos poetizados se concatenan en el panegírico de Tordesillas a la Reina.
Se representa el concepto de la esfera de El Mundo.
Entre la corona y la esfera, se presenta el velo alegórico de la Lealtad que, asimilado a la Llegada de la Primavera, reconoce los méritos excepcionales de la sabiduría y del ingenio de Juana I.
Los emblemas de Alciato y Ripa aportan significados antagónicos, diálogos que amplían el retrato de la gran reina castellana.
¡Cubo y esfera! ¡Cuadrilátero coronado por la esfera! ¡Cúpula y ábside, encarnación, perfección del movimiento orbicular!
La esfera de la Melancolía la hemos unido a la esfera-morada de El Bosco, simbolismos cruciales en el libro Juana I, Reina Sonámbula, obra publicada por la editorial Amarante.
La solemne imagen de infinitud, ampliada desde los emblemas, exalta la sempiterna circunferencia desde la visión celeste de Juana I en Tordesillas. La imagen, alojada y basada en el valor simbólico de una totalidad renacentista, está inmersa, desde Leonardo y Durero, en los estudios sobre iconografía de la melancolía, dual sendero desde las aguas azuladas de Patinir al anaranjado aroma del rio Duero.
¡La Reina silenciosa vive por/para los saturnianos!
Juana, en vertical, activa, a modo de protagonista de una Loa de Calderón de la Barca, se identifica con las torres simbólicas de santa Bárbara inmortalizadas en la pintura flamenca del Renacimiento.
La corona de Cesare Ripa, en Iconología, aporta significados gloriosos para abordar el triunfo de la Reina. El rostro de Juana está por encima de la corona, esta se inserta sobre la esfera en vertical, a modo de ofrenda, la corona está superada por el rostro, Ideal de Belleza de Juana I, modelo de Lealtad.
El Monumento a Juana I en Tordesillas, imponente escultura de bronce, con textura y volumen que simulan las nubes reflejadas en el rio Duero, vigila los sueños de Ariadna.
¡El laberinto está cubierto de nieve!
La insigne escultura está ubicada en Tordesillas, es una obra maestra de Hipólito Pérez Calvo (Zamora, 1936), creada en 2003, rememora la referencia de Rogier van der Weyden, una unión entre pintura y escultura que apasionó a Isabel La Católica, que muestra el detallismo y el panteísmo de la pintura flamenca, un trabajo de orfebre que se entrelaza con las referencias a la obra de Leonardo da Vinci. El escultor gótico Claus Sluter, se revive en el tratamiento de los ropajes, los volúmenes, pliegues rotundos traducen la firmeza y fuerza que determinan la monumentalidad de la Reina.
Desde la cima, Juana I se viste de Ariadna para arropar a sus galgos.
¡La ausencia del perro, efigie emblemática de los eruditos, compañero de la Melancolía (alegoría), animal de Saturno, vigila los sueños y las tempestades de Juana I!
La Reina, en la cima de su galera velada, como la Victoria de Samotracia, se convierte en Niké alada del blanco laberinto; se transciende con la corona alada a una elaborada Inmortalidad; para adentrarse, desde lo celestial a lo humano, la Reina, en su épica, potencia la soberanía absoluta de su territorio paradisíaco.
Entre rayos de luz invisible, la corona y la esfera se entrelazan para reforzar el ideal de belleza que unifica, desde la dimensión cósmica, la corona de Juana I con la esfera.
Juana I, se permite imaginar el jardín de su interior entre flores y piedras preciosas procedentes del Otro Mundo. El simbolismo del cielo capta las virtudes del Mito de España, de la Musa de Tordesillas.
Los círculos de Dante y el simbolismo de Petrarca impregnan el rostro idealizado que, entre la sombra y penumbra, lleva a los estudios de los planetas de Luca Pacioli.
La corona de la Reina, enmarcada en el simbolismo del nivel estructural de la antropología imaginaria, se ubica bajo su rostro, Juana I está más allá, en la escala (escalera) vertical; la corona es sublimada por la Reina legítima; en su evolución lumínica, la corona está bajo la belleza de la reina.
La corona de la vida eterna, bajo el prisma de la teoría de las correspondencias, deriva en las insondables piezas de la corona de Ariadna, salvadora de Teseo, rechazada por este, se enriquece con las granadas de la mítica corona ultramundana.
Desde la esfera identificada con el globo, como recoge la emblemática, se traduce la infinitud y la armonía que revelan la Alegoría del Mundo, expresión de los Autos Sacramentales, microcosmos y macrocosmos revelados en cada bodegón y en los carros alegóricos.
Como en los lienzos de El Bosco, las esferas azuladas conforman la vida de los anacoretas ampliada a la literatura de visiones castellana.
¡Juana I está en estado paradisíaco!
SIEMPRE JUANA de Errikarta Rodríguez.
Juana recorre el laberinto de Ariadna, segura, confiada, cierra sus ojos y levantando su mano derecha apunta al frente, hilo dorado imaginario que siempre llevará entre sus dedos, guía etéreo y ultramundano que siempre le llevará a buen puerto. Juana camina sumida en una ensoñación, reina sonámbula que siempre será. Agotada de su penitencia sueña con una vereda floreada, con una primavera en flor. Ella recorre su destino, ella recorre su laberinto interior, como dudar de sus sentimientos. Abstraída en un mar de nubes llega a la salida, allí abre sus ojos y suspirando en alto contempla su amado río Duero. Ya estoy aquí querido mío.
Reina melancólica que desde su atalaya contempla la esfera, el mundo, su mundo, alegoría transitoria que recorre a través de su corona, en su mano corona de oro y diamantes, reinado robado en el que nunca necesitó de ella. Hoy más reina que nunca, coloca su querida corona sobre la esfera, contemplando un futuro incierto al que se someterá en silencio, segura, diligente, abstraída, casi inerte. Soñar, soñar, soñar??.
Galgo español, galgo blanco que ya no estás a mi lado, cuanto añoro tu presencia, tantas horas de luto juntos sosteniendo mi cuerpo tambaleante. Tanto fue tu amor a mi amado que decidiste partir con él. ¡Juntos, en mi querido mar de nubes, siempre correrás a su alrededor, galán melancólico, tan grande fue tu amor! Tanto le querías, que no pudiste vivir sin él. Tumbado junto a su lápida, una última mirada, un último suspiro de agradecimiento y tu alma galopó ligero, dejando un vacío que nunca podré llenar, adiós, mi fiel amigo, cuida siempre de él.