La bajada de temperaturas en los primeros días de agosto y la menor afectación que ha tenido España de incendios forestales que otros países mediterráneos en julio no deben suponer un motivo de relajación frente a los fuegos en los meses que quedan de verano, advierten a EFE meteorólogos e ingenieros forestales.
Ante la subida de temperaturas que se volverá a experimentar a partir de final de semana y la situación de abandono rural de los bosques españoles, José Miguel Viñas, meteorógogo de Meteored, resalta que la bajada de grados centígrados estos últimos días es una "situación excepcional y transitoria", con lo que a partir del fin de semana se prevé que "el calor vuelva a normalizarse".
Respecto al resto del mes, las previsiones a largo plazo de Meteored auguran para las dos últimas semanas "temperaturas significativamente altas en la península", lo que para Viñas, sin ser categórico, podría traducirse en una nueva ola de calor.
Las masas forestales, en verano, interactúan muy rápidamente con las condiciones meteorológicas, con lo que un episodio de calor fuerte puede aumentar el riesgo de incendio forestal, pues es la reacción immediata, afirma por su parte el geógrafo y presentador del programa 'Aquí la Tierra', Jacob Petrus.
Pero además los incendios también pueden generar sus propias condiciones meteorológicas, según Petrus, que se refiere a los fuegos de sexta generación, que al producir pirocúmulos y sus propias corrientes de viento pueden facilitar la virulencia de las llamas y su expansión.
INCENDIOS EN JULIO
No obstante, el presentador reconoce que el mes de julio en España no ha sido ni de cerca tan grave respecto a los incendios forestales como el que han vivido otros países mediterráneos o el experimentado el año pasado al sur de los Pirineos.
Según el avance informativo de incendios forestales del Ministerio de Transición Ecológica (Miteco), la superficie forestal quemada en España entre el 1 de enero y el 23 de julio de 2023 es de 62.794,64 hectáreas, menos de la mitad que el año pasado, cuando hasta ese día se habían quemado 134.825,62 hectáreas.
Aun así, la cifra está por encima de la media de la década -situada en 45.076 hectáreas-, algo que se debe en parte a la gravedad de los incendios que el país sufrió durante los cinco primeros meses de 2023, en los que se quemaron 47.784,98 hectáreas, casi el triple que en el mismo periodo de 2022.
Las abundantes lluvias que trajo el final de la primavera han supuesto un alivio para los bosques españoles y han facilitado "que la cantidad de combustible fino -material vegetal caído y seco de los bosques- sea mucho menor", según Jacob Petrus.
REVERTIR EL ABANDONO RURAL
En cualquier caso, Eduardo Rojas Briales, decano del Colegio Oficial de Ingenieros de Montes (COIM), subraya que "los incendios forestales son una más de las puntas del iceberg de un problema más profundo, que es este el de la despoblación".
Más allá de la crisis climática, la razón tras la virulencia de los fuegos forestales a día de hoy "es que el territorio está profundamente abandonado" y ese abandono impide aprovechar oportunidades económicas que favorecerían un mejor estado de conservación de los bosques, abunda Rojas.
El especialista pide también reformar la fiscalidad de manera que se ayude y beneficie a municipios en áreas forestales que proveen a las ciudades de servicios en materias de agua y de producción hidroeléctrica, por ejemplo.
El decano del COIM sostiene que el bosque en España crece 130.000 hectáreas al año, y para gestionarlo se necesitan interrupciones que permitan frenar el avance de los incendios forestales y favorezcan el trabajo de los equipos de extinción.
Rojas afirma que "los carruseles de tormenta estival siempre vienen del oeste o suroeste", por lo que zonas montañosas como el Prepirineo, la Sierra Norte de Madrid o el sistema Ibérico sur tienen una orientación perfecta para retener las nubes y que estas empiecen a descargar rayos, que son la principal causa de fuego entre los no originados por el hombre.
"Antes de pensar en cortafuegos, que son feos", el experto sugiere que "lo más lógico" es recuperar antiguas zonas de cultivo o pastoreo extensivo para así conseguir un "paisaje más integrado" que permita tener interrupciones entre masas forestales.